lunes, 4 de julio de 2022

Mercadillos navideños en Alsacia IV: Colmar.

Con la llegada a Colmar, a tan solo 25 minutos (18 km.) de Hunawihr, cerrábamos nuestro segundo día de periplo alsaciano. Antes de centrarnos en nuestra visita a Colmar, que hicimos un par de días más tarde, pues preferimos ver primero otros pueblecitos de la zona (como Eguisheim, Turckheim...), narraremos nuestras primeras impresiones sobre el apartamento y Colmar.

Habíamos quedado con los dueños de nuestro apartamento, Le Rohan, para recoger las llaves y meter el coche en el parking a las 19 horas y, super puntuales, en la puerta del mismo se encontraron con nosotros. El parking es público, de pago, y este señor nos puso un precio genial. Estábamos en pleno centro, pero apartados de la masa de turistas.

Nos había dado tiempo de pasar por un par de supermercados para comprar víveres. Menos mal. pretendíamos cenar en casa al menos un par de días, no solo por ahorrar, sino por evitar sacar a las niñas con el frío de noche en busca de un lugar cálido y con mesas libres, lo que parecía resultar complicado en el pueblo más turístico de la Alsacia.  

El apartamento nos encantó. Tres días magníficos nos esperaban allí. Y en un principio pensábamos que íbamos a disfrutarlo poco, con tanto callejeo planificado... pero es que el frío y la oscuridad no nos hacían desear otra cosa que un sofá y un café calentito a eso de media tarde. Y pijama, claro. Planazo.

Cuando estos señores se marcharon del apartamento tras habernos explicado mil cosas y dejado una guía hecha por ellos con lugares recomendados nos colocamos de nuevo los abrigos y salimos a dar una vuelta, pues desde la ventana del salón veíamos a muchas familias dirigirse a la pista de patinaje y al tíovivo. Bajamos, nos acercamos y... choff, cerraron. No pudimos entrar en el recinto, pero continuamos el paseo, ya que nos habíamos animado a salir. Llegamos en un par de minutos al mercado navideño gastronómico del entorno de la Colegiata y comenzó a chispear. Esperamos un rato sin tomar nada y volvimos a casa. Había sido un día muy largo.

Nos relajamos, cenamos y brindamos con el cava que los dueños nos habían dejado de regalo. ¡Detallazo de Patrick! Y además, unas cervecitas para celebrar nuestra llegada a Colmar.


Sentíamos mucha curiosidad por callejear por Colmar y descubrir esos rincones que en parte conocíamos por blogs de viaje, revistas y documentales en televisión. Mejor de día...

Después de una noche de sueño profundo reparador nos dimos un pequeño homenaje para desayunar con vistas desde el maravilloso ventanal del salón. Nos abrigamos bien, cogimos nuestra guía y nos lanzamos a ver más pueblos. Al llegar, una vuelta en el tiovivo y una cola de 45 minutos con un grado bajo cero para degustar churros y gofres... Tremendo sacrificio el que se hace por los hijos. Al menos probamos un poco. Luego, a dormir como angelitos. Teníamos que, por fin, visitar Colmar a fondo.

Elegimos bien el apartamento, pues está muy bien ubicado y todo lo que hay que visitar está a pocos minutos. Efectivamente, lo primero que fuimos a ver nos llevó solo un par de minutos.

En la Rue des Têtes encontramos la Maison des Têtes o Casa de las Cabezas, de 1608, que toma su nombre de las cabezas esculpidas en la fachada.


A pocos metros teníamos el Museo Unterlinden, ubicado en un convento de monjas dominicas del siglos XIII. Teníamos claro que con las niñas a un museo... según. Teníamos un día para ver Colmar y entrar en el museo con estas dos podía dejarnos K.O. Por ello pasamos de largo, aunque pudimos verlo por fuera.

Continuamos el paseo y llegamos a la Iglesia de los Dominicos, construida entre 1289 y 1364. No pudimos entrar, pero nos conformamos con ver el edificio por fuera. De todos modos siempre dejamos cosas sin ver para una segunda visita ¿No es buena idea? Alsacia en verano tiene que ser espectacular.


Pues nada, nos perdimos el famoso retablo de "la Virgen del Rosal" de Schongauer (1473), pero a cambio disfrutamos un buen rato en el primer mercadillo navideño del día. Las peques se montaron en una mini noria y nosotros disfrutamos igualmente viéndolas pasarlo tan bien y respirando el intenso olor a vino caliente, canela y chocolate...
Estábamos ya en la Plaza de la Catedral con la Colegiata de San Martín, del siglo XV. 


Fotos aquí y allá. Y mirando a uno u otro lado descubrimos el Corps de Garde, la antigua casa de los guardias de Colmar, de 1575.
Entramos en Rue des Marchands y... ¡masa de turistas a la vista! Estábamos en pleno centro. Guía en mano, caminando y leyendo a la vez, fuimos avanzando lentamente. Hay tantas cosas que ver...

Primero, la Casa Pfister, que el sombrerero Ludwig Scherer construyó en el siglo XVI con estilo renacentista. A continuación, el Weinhof, un almacén medieval que perteneció a las monjas del convento de Unterlinden, y la Maison zum Kragen, donde destaca la figura de un panero que lleva en una mano una vara de medir.



Continuando por la misma calle llegamos al Museo Bartholdi. Es allí donde nació el autor de la estatua de La Libertad de Nueva York. No entramos, pero nos asomamos al patio atraídos por la gran estatua alegórica “Grands soutiens du monde”. Unas fotos, un descanso y a continuar con la fría ruta.


Más adelante nos encontramos con la Maison Schongauer, del siglo XVI, donde vivió el artista del que toma su nombre, así como la calle, la Rue Schongauer. Y algo más adelante, la casa donde nació Marie Bigot, quien fue muy amiga de Beethoven y Haydn, además de maestra de profesora de música de Mendelsson.

Por fin llegamos al final de la calle y nos encontramos con la postal más típica de Colmar en el Koïfhus, almacén, mercado y centro aduanero que llegó a ser el centro económico de Colmar en los siglos XV y XVI. Subiendo la escalinata que hay en la fachada encontramos un mercado navideño de artesanía, no muy barata. Y desde el balcón de la escalinata tomamos fotos como las que habíamos visto una y otra vez en revistas o blogs... ¡Precioso!
Atravesamos el edificio y encontramos otro mercado navideño, el de la Ancienne Douanne,  y algunas atracciones infantiles en torno a la fuente Schwendi. No nos detuvimos y continuamos hacia la Plaza de Juana de Arco para ver el mercadillo navideño, repleto de productos gastronómicos. De paso, vimos la fachada de la Iglesia de San Mateo, originariamente de los franciscanos y posteriormente protestante.
Como estábamos muertos de hambre y frío pusimos Google Maps y fuimos directos al Mercado Cubierto de la Rue de la Montagne Vert. Merodeamos por el lugar y solo encontramos una mesa libre en un vietnamita. Pedimos una sopa y unos rollitos, pero pronto nos trasladamos al sitio de al lado, especializado en tartes flambées.

Saliendo por la puerta que da a Rue des Écoles nos topamos con un pequeño puente atravesando un canal. Estábamos en la famosa Rue de la Poissonnerie y no tardamos en hacernos un selfie, por supuesto. La calle, con coloridas casas de pescadores, todas decoradas por Navidad,  bien merece ser fotografiada.



Por fin recorríamos la Petite Venise, la zona más turística de Colmar, hasta llegar a otro mercadillo navideño. Nos hubiéramos quedado un buen rato, pero a media tarde la oscuridad y el frío nos lanzaban a casa...

Continuamos la ruta, ya de regreso, por Rue des Écoles, pasando por la casa de los Caballeros de San Juan, aunque pasamos tan deprisa que ni siquiera nos detuvimos a observar el edificio.

Anduvimos unos minutos hasta llegar a la Place Rapp, precisamente al lado de nuestro apartamento. Nos asomamos, por fin, a la pista de patinaje, nos montamos varias veces en el precioso tiovivo y entramos a tomar algo en el bar acogedor que hay allí al lado. Nos hubiéramos quedado a cenar, pero teníamos en casa algunos manjares esperando, así que... Nada, a diez pasos, hogar dulce hogar, con vistas a la plaza.
 

Así terminó un día larguísimo. Cogimos la cama con ganas. Al día siguiente nos esperaba nuestro Periplo por la Selva Negra, en el país vecino. Au revoir, Alsace!

jueves, 21 de abril de 2022

Mercadillos navideños en Alsacia III: Riquewihr, Kientzheim, Kaysersberg, Turckheim y Eguisheim.

Establecimos nuestra base en Colmar y nos propusimos visitar en un día el resto de pueblecitos alsacianos en torno a esta "capital". Decidimos comenzar por el norte, y el primero fue Riquewihr ya que, viniendo de Haut-Koenigsburg, habíamos visitado otros como Bergheim, Ribeauvillé y Hunawihr. Además, habíamos leído que es de los pueblos más turísticos, por lo que era preferible madrugar para visitarlo con algo de tranquilidad... Pues no. No no salió bien el plan.

Aquel día no madrugamos. Nunca lo hacemos, realmente. Para colmo, tardamos en llegar a  Riquewihr unos 25 minutos y otros 30 en encontrar un hueco donde aparcar. En fin, un rollo. Tuvimos que dejar el coche en las afueras, en la Rue de Tuileries, y caminar un rato hasta una de las puertas.

Que conste que habíamos buscado hueco en un parking de pago, primero, y en el recomendado parking de la Rue de Horbourg, después. Para nada. 

Fue llegar a la Puerta Alta o Dolder (torre de vigilancia del siglo XIII) y detectar la masa de turistas ocupando cada metro cuadrado de calle principal. Igual que nosotros, intentaban avanzar y hacer miles de fotos.





Y es que las casitas decoradas bien lo merecían. Qué bonito todo. Unos escaparates... Como el de la tienda Käthe Wohlfahrt, que nos hizo entrar y comprar adornos navideños para nuestro árbol.


Continuamos el paseo por la Rue du Général de Gaulle, haciendo muchas fotos. Y es que nos encantaba todo ¡Todo menos la gente! ¡Demasiada! Aunque procuramos que en nuestras fotos no saliese nadie... Uff. Difícil tarea.

 

Recorrimos la calle hasta el final y decidimos perdernos, no seguir planos. Así descubrimos rincones con mucho encanto y sin tanta gente.
  






Desde Riquewihr nos dirigimos a Kaysersberg y decidimos parar en la vecina Kientzheim, atraídos por un tanque que vimos expuesto en un memorial de la II Guerra Mundial. Y es que en el invierno de 1944-45 Kientzheim fue escenario del conflicto bélico y sufrió graves daños, como otros pueblos cercanos.  

Dejamos el coche cerca y nos pusimos a pasear. Nos alegramos de haber parado para visitar el pueblo, porque nos encantó y no vimos ni un solo turista.



Por fin llegamos a Kaysersberg, otro precioso pueblo situado en la famosa ruta de los vinos de Alsacia. Como habíamos planeado, al llegar aparcamos en el parking P5, en la entrada este. Hay otros parkings y además se puede aparcar gratis más allá del centro, a lo largo de las calles residenciales, aunque algunos sitios están reservados para los residentes. Este que elegimos nos vino de perlas por la cercanía al centro.
Desde el parking, ya hambrientos, recorrimos la calle Général de Gaulle, la principal, hasta llegar al río Weiss y el puente fortificado, al pie del castillo, que se alza majestuoso sobre el pueblo. Maravillosa postal.
Pese a que la subida al castillo nos salía gratis, cambiamos ese plan por otro mejor para las niñas: comer churros con azúcar en el puente. Buenísima idea.
 

 

Pues eso, paseo, churros, fotos y al coche calentito. Next station, Turckheim, a unos 9 km.

Aparcamos, como habíamos programado, en la Place de la Republiqué, justo al lado de la Porte de France, uno de los lugares más bonitos y emblemáticos de Turckheim. Aunque llegamos algo saturados de postales navideñas, el pueblo nos encantó. Además, nos apetecía un vino o chocolate ya... ¡algo!

Desde allí llegamos a la Place Turenne, donde nos llamó la atención una fuente del siglo XVIII, con la imagen de la Virgen con el niño, justo en la puerta de lo que fue el Corps de Garde, donde hoy se encuentra la Oficina de Información Turística. Continuamos hasta llegar al mercadillo navideño en Place de l´Eglise. Y paradita para un vino. Después, por la Grand Rue, todo recto, hasta llegar a la porte de Munster. Y, finalmente, vuelta atrás por Rue des Vignerons.



Desde allí pusimos rumbo a la última parada del día: Eguisheim, a unos 8 kilómetros. Sabíamos que le llaman "el pueblo de la Bella y la Bestia", por lo que íbamos predispuestos a ver un pueblo especial. Y así fue, sobre todo por el plano urbano que tiene, compuesto por calles concéntricas en torno al castillo de San León).

Nos habíamos informado de que el mercadillo cerraba a las ocho de la tarde, por lo que era una buena idea cenar. Así que llegamos con relativa prisa, aparcamos cerca del centro (hay varios parkings) y nos pusimos a callejear, ya con un cielo bien oscuro.

Recorrimos la Rue du Rempart, bien bonita, y llegamos al castillo. Allí, junto a la fuente con la estatua de San León IX, papa y santo nacido allí, permanecimos un rato, ya con ganas de tomar algo para entrar en calor.


Por fin llegamos al mercadillo navideño, en Place du Marché, y nos tomamos unos vinos. Conservamos los vasos. Y es que al pagar la bebida los pagas igualmente, de modo que si no los quieres puedes recuperar tu dinero. Estos, desde luego, son monísimos. 


Puede dar la sensación de que el plan del día nos dejó exhaustos, pero no fue así. Se trata de pueblos pequeños que se recorren en un rato, y más si nos centramos en el entorno de los mercadillos navideños. De todos modos llegamos a Colmar, a casa, con ganas de pillar el pijama, no sin antes acercarnos al tiovivo de enfrente para montar a las niñas y tomar un cafelito en el Café Rapp. Y en casa, unas cervecitas.

Dormimos como lirones. Nos quedaba mucho que ver en Colmar y luego al otro lado del Rhin, en la Selva Negra.